Boda cancelada

Almear guajiroMe dicen mis compañeros venezolanos que, en algunas regiones de la costa del Caribe de Venezuela, se llama almear a un rancho hecho de paredes de caña y el techo, de hojas imbricadas de palma. Los hay informales, pero otros son relativamente sofisticados.

La siguiente historia me la contó, detalles más, detalles menos, mi primo Oscar Meléndez, a quien, su vez se la contó uno de los tantos inmigrantes venezolanos que han llegado a tierras costarricenses, huyendo del socialismo del Siglo XXI.

Cuenta la historia que, un campesino de la Guajira venezolana se fue a trabajar a Caracas. Allí conoció a una chama de medio verse, originaria de Maracay y que trabajaba como doméstica, en una de las lujosas residencias a la cual llegó a prestar sus servicios como jardinero. Pues, después de un tiempo se “cuadraron” y un día de tantos, acordaron casarse. La condición que le puso el guajiro es que, se irían a vivir a su pueblo natal.

Efectivamente, un par de meses antes de la boda, se fue el guajiro a hacer los preparativos a su tierra. Los pocos ahorros que había acumulado durante el tiempo que trabajó en la capital, decidió emplearlos en la construcción de un almear, adonde llevaría a vivir a su ansiada prometida.

Pero como suele suceder en las zonas del Caribe y, especialmente, en las costas del Golfo de Maracaibo, cuando ya el rancho estaba casi terminado, se vino una de esas furiosas tormentas que suelen azotar la región, en los meses de setiembre u octubre. El guajiro vio con dolor como sus esfuerzos se casi dos años se habían ido, literalmente, con el viento.

Ante esa situación envió un telegrama a su prometida que más o menos decía: “boda cancelada. Almear se me cayó”.

Al recibir el mensaje, de inmediato la susodicha renunció furibunda a casarse con el guajiro, pues le pareció algo irremediable. Sin embargo, es difícil comprender bien la moraleja de esta historia, pues parece una falta de comprensión de la mujer, que denota su estrecho interés únicamente en las cosas materiales. Se supone que si hay amor, todo lo demás se puede resolver de muchas maneras.

  1. #1 por Mario Esquivel B. el 4 octubre, 2009 - 11:02 PM

    Demasiado materialista, seguro pensó que el daño era irreparable…………

  2. #2 por Sonia María el 5 octubre, 2009 - 11:46 AM

    Hola Dennis, la historia está más o menos, le falta mas comentario para aclarar,especialmente en el tercer párrafo, pues me parece que le falta algo, ya que me confundo en si el consorte, es novio o novia o viceversa. Por lo demás está bonita e instructiva. Ya que aprendí el nombre de un rancho venezolano: almear. En cuanto al sentimiento, deja entrever que la susodicha o el susodicho, no estaba muy enamorada o enamorado, puesto que la destrucción del rancho le sirvió de excusa para salirse del compromiso.O.K., ATTE, SONIA MARIA.

  3. #3 por Eduardo Guevara el 5 octubre, 2009 - 3:58 PM

    En Costa Rica, los almeares podrían llamarse tugurios. La muchacha podría llamarse porta o empleada doméstica y el muchacho podría ser un inmigrante que trabaja en un vivero aquí en Santa Elena de San Josecito de San Isidro de Heredia. Este junto con sus amigos de la León XII, tomaron a la fuerza algunos terrrenos municipales allá por Pavas. Allí él construyó su almear tico con tablas viejas y latas de zinc. Ella trabaja en una casa de ensueño donde vive el presidente municipal, institución dueña de los terrenos invadidos. El mismo que mandó a las autoridades a sacar a la fuerza a los invasores de los terrenos de esa municipalidad. Por supuesto, el tugurio hecho con tanto esfuerzo fue derribado por los tractores municipales. El muchacho le envió un recado con el primo ( ya que no cuenta con email ) diciéndole que no se podían juntar todavía pues el cuarto redondo ya no existe. Eso sí, el televisor de plasma, la nevera de líneas modernas, el equipo de sonido, el microondas, la cama double size, los sillones, la antena parabólica, la cocina electrónica y demás equipos de última generación estaban en la casa de sus papás. Ella le contestó que entonces rompía el compromiso, pues un carajo que no fuera capaz de conseguirse gratis un terrenillo, no era para ser padre de sus hijos. Moraleja: De pasiones, almeares y tugurios ni sabemos, pues el sexo no tiene entendimiento. De nada sirven las maravillas actuales,sea en San José, Caracas o Barlovento. No le sirven ni a los ricos ni a chonetes, pues el verdadero amor llega solo a raudales, cuando la esperanza y la fe son su pegamento.

    Edo Guevara

  4. #5 por Eduardo Guevara el 12 octubre, 2009 - 7:36 PM

    En los Yoses del Sur, Hatillo, hay muchas formas de decir almear o algo más grueso . Algunas que ya están en tu diccionario de pachuquismos: voy amiarbolito, orinita vengo, ya vengo pues ando como un lapiz ( con la punta afuera), voy a hacer inventario ( del día anterior) , o voy a darle de comer a los chanchos, con referencia a una parodia de una canción de Lencho Salazar llamada » bajo el palo e guaba». También las expresiones me estoica o estoy como el hombre del puro ( que viene de la historia del tren, cuando un tipo estaba haciendo una necesidad por la ventana y el conductor le grita… el del puro meta la cabeza o voy a que se me suban ( o me piquen) las hormigas ( exageración o carencia). La expresión «voy a las tucas» que habla de ir a miccionar. Es un cuento de los años 60 ( o antes) y tiene varias referencias históricas sabrosas. Al inicio del siglo pasado, muchas de las maderas preciosas que venían de Guanacaste llegaban por tren a San José y eran tiradas en varios lotes vacíos circunvecinos. El más grande se extendía al Sur de la Estación y llegaba hasta la Escuela Nicaragua en Barrio Cristo Rey. La otra estaba al puro frente, detrás del prostíbulo Las Tucas, donde hoy existe una venta de baterías para carro. En dicho lupanar ofrecían cuartos de alquiler muy honerosos para estudiantes. Así que estos, llevaban a la meretriz escogida a libar de los placeres de Venus, entre las olorosas maderas de bosques ya desaparecidos. A uno de estos, lo pescó el oficial de vigilancia que al verlo con los pantalones en la mano le grito: Oiga qué está haciendo?. El muchacho, de la impresión no supo más que decir: Diay pues estoy miando. El guarda más cerca y enfocando su linterna en la semidesnuda mujer le dice: Y esa?. El otro le contesta tirándoselas de vivo: Gracias que me lo dice, que si no la orino sin darme cuenta.
    Dennis, ahora que está de moda la Estación del Pacífico, sería buenísimo volver a recordar todas aquellas vivencias que guardamos.Sería bueno recordar sobre las cantinas que habían en la calle a la Estación, los carretones parqueados al frente, los viajes en tren y mil cosas que guardamos. A pitar fuerte pito.

    Edo Guevara.

    Edo Guevara

Deja un comentario