Montados en la carreta

Autor: Ing. Mario A. Esquivel Fournier

DSCN4876Este relato está basado en una charla que escuché al historiador Carlos Luis Fallas sobre la participación que tuviera mi bisabuelo, don Eduardo Fournier Helcht, en las actividades obreras de finales del siglo XIX. Transcribo está interesante investigación para conocimiento de las nuevas generaciones y difusión de nuestras costumbres e historia. Tal parece que la información no llegó mas allá del grupo de personas del clan Fournier que estuvimos presentes aquella noche de 1990…

Probablemente todos los ticos sabemos el significado de la expresión “estar o andar montado en la carreta”. Lo que seguro no sabemos es de dónde viene la frase.

Aquí va entonces la historia. Cuando Costa Rica organizó el transporte de café de San José a Puntarenas, principalmente a finales del siglo XIX y principios del XX, eran no cientos, sino miles, las carretas que llevaban el café hasta el puerto.

Miles de boyeros. Por ejemplo, en determinado momento, Costa Rica llegó a exportar hasta 440.000 quintales anuales de café por la vía a Puntarenas. Cada carreta transportaba 10 quintales, lo que significa que se necesitaban más de 40.000 viajes de carreta hacia Puntarenas en cada cosecha. Una carreta necesitaba 8 días para ir y 8 para regresar y se exportaba el café durante enero, febrero, marzo y abril. En cuatro meses, había que transportar esa cantidad de café. Un carretero, entonces, haría unos 4 ó 5 viajes por temporada, por lo que estamos hablando de entre 8.000 y 10.000 carretas las que participaban en la exportación de café.

Se comprenderá entonces que eran interminables las filas de carretas que iban hasta Puntarenas a dejar el café o que volvían hacia San José. Y este tránsito tenía que ser muy ordenado, si se considera lo angosto de la carretera, los daños que estas sufrían y la topografía.

Aunque en la actualidad aquello podría parecernos algo muy sencillo, tenía sus complicaciones. Por lo tanto, el Gobierno estableció un reglamento sobre cómo debían ser conducidas las carretas y sobre el comportamiento de los boyeros. Para el cumplimiento de dicho reglamento, el Gobierno estableció una policía de carreteras, a caballo, la que constantemente patrullaba en uno u otro sentido para vigilar el cumplimiento cabal de las normas establecidas en el reglamento.

Una de las normas indicadas era la prohibición absoluta de conducir la carreta montado en ella. Esto es, como si fuera un coche de caballos. El reglamento estipulaba que el boyero debía ir al frente de su yunta de bueyes, y no, como sucedía con frecuencia, que, al cansarse el boyero, se sentaba en la compuerta delantera de la carreta y dirigía los bueyes con los pies apoyados sobre el timón. Esa prohibición tenía su lógica pues, si los bueyes no sentían la presencia de su amo, podían espantarse y causar un accidente en aquellas interminables filas de carretas, una muy cerca de la otra.

Múltiples excusas. Ahora bien, era práctica habitual de los boyeros tomar mucho licor durante el viaje. Ya fuera por el frío en las largas noches, por el calor en el día, por cualquier celebración, por cualquier pena que sobrellevar, por lo que fuera, pero tomaban mucho guaro. Cuando estaban tan ebrios que no podían sostenerse en pie, no les quedaba más remedio que montarse en la carreta y dirigir desde allí a los bueyes.

Cuando la Policía los sorprendía en esa situación, de inmediato les ponía una infracción que implicaba una multa, la cual debía ser publicada en el diario oficial. Es así como, en La Gaceta Oficial de la época (1870-1890), se pueden encontrar largas listas con ese tipo de infracciones, que dicen más o menos así:

“Fulano de tal: Un peso de multa por ir montado en la carreta”.

Esto significaba que se había sobrepasado en la ingesta de licor, lo que lo obligaba a abandonar su puesto al frente de sus bueyes. De esta manera se fue asimilando la expresión “estar montado en la carreta” con el estar ebrio, ya que la frase por sí sola no tienen ninguna relación con esa condición.

Así trascendió hasta nuestros días. Y los que alguna vez nos “montamos en la carreta” ni idea teníamos de que estábamos emulando la acción de aquellos pioneros que, con sus viajes al puerto, ayudaron a crear la Costa Rica de hoy.

  1. #1 por Absulit el 2 octubre, 2009 - 6:57 PM

    Hace muchos años cuando pasaban si no me equivoco, por canal 2, un programa sobre leyendas costarricenses, mencionaron en la «Leyenda de La Carreta sin Bueyes» cuando un borracho y fiestero, y que llegaba tarde a su casa, se encontró a un bueyero de noche, y le pidió permiso para llevarlo según recuerdo; cuando el hombre se fijó quien lo llevaba se dio cuenta que no había nadie, y menos bueyes, donde supuestamente la carreta se lo lleva a «ser castigado» o al «infierno» por portarse mal. Eso es lo que yo recordaba con respecto al dicho de «montado en la carreta»; no se que podrías decirme al respecto sobre que tendrían que ven la leyenda y la historia?

    Saludos

    • #2 por Dennis Meléndez el 2 octubre, 2009 - 7:49 PM

      Muchas gracias por tu interesante leyenda. Efectivamente, ese tipo de leyendas eran comunes en los tiempos de mi infancia, cuando no existía el televisor y no había iluminación en las calles de Paso Ancho, si es que en ese entonces se podía hablar de calles, pues casi que eran trillos por los cafetales. Y era muy interesante sentarse en el corredor a oír a los mayores hacer esas narraciones. Tengo entendido que la historia que narra Mario Esquivel en el artículo que mencionas tiene sustento histórico. Pero como suele suceder, muchos de los dichos y refranes a veces tienen distintas historias sobre su origen. Nunca había asociado la leyenda de la carreta sin bueyes con el dicho de «montarse en la carreta».

      Saludos,

      • #3 por Dennis Meléndez el 8 octubre, 2009 - 8:24 PM

        Sonia. Voy a darle una revisadita al párrafo tercero como lo sugerís. Saludos y gracias por tu aporte de nuevo.

  2. #4 por Isabel el 23 octubre, 2009 - 11:22 PM

    Buenas noches, no tenía idea de dónde venía este dicho tan nuestro, me parece que son herencias que nos dejaron nuestros abuelos, solo que cambiamos las carretas por automóviles.
    Nos pone a pensar en los actuales accidentes de tránsito que en su gran mayorìa es por el maldito guaro de caña, esperemos que esta costumbre pueda ir cambiando poco a poco.
    Lo felicito por estos artìculos tan ricos en historias y costumbres de los ticos, que muchos de nosotros los repetimos pero no sabemos de dónde vienen. Me gusta mucho la historia y saber de nuestros antepasados.
    Gracias por la oportunidad de hacer un pequeño comentario.

  3. #6 por olman lopez ovares el 25 febrero, 2011 - 10:33 PM

    Hola, Sr. Meléndez. Yo no sé cómo decirle lo bien que usted narra las historias. Qué bien que escribes y narras. Me pregunto si has escrito algún libro. Yo, si me lo permites, sí conocía ese dicho: «Fulano se montó en la carreta», o sea, que se emborrachó. Mi papá lo decía. Quiero decirle que a mí me recordó a mi mamá, cuando ella nos decía: «¡ah carajo, que hijueputas!, ustedes (mis hermanos) son como los cerdos, van en carreta y gritando» (Querìa decir que estabamos bien y todavía reclamábamos, o sea, nos quejabamos). Jajajajaja, ¡ay mi vieja y sus dichos y refranes! Dos te bendiga, Sr. Meléndez.

    • #7 por Dennis Meléndez Howell el 26 febrero, 2011 - 8:29 AM

      Gracias don Olman. En primer lugar, te debo aclarar que este artículo en particular («Montados en la carreta»), no lo escribí yo, sino mi cuñado, Mario Esquivel Fournier. Él me permitió publicarlo aquí.

      He escrito bastante, pero principalmente de mi profesión como Economista (tengo otra página más seria sobre temas económicos http://www.dennismelendez.com). Hace muchos años escribí un libro pero fue sobre la historia de CODESA.

      Me hace mucha gracia la forma en que cuentas las anécdotas de tu mamá. Y sí, esa forma de hablar es muy de los ticos. Para los centroamericanos, por ejemplo, decir malas palabras entre familia es un tabú, y mucho menos de padres a hijos o viceversa.

      El dicho que mencionas lo conocí en los años 50,`pero en otra versión: «Vos sos como los chanchos de Quepos; en avioneta, y gritando.»

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